Con el afán de automatizarlo todo y de economizar en personal, quienes tienen una determinada edad o no están acostumbrados a moverse entre máquinas pueden vivir una experiencia Kafkiana...
de máquinas y personas
Prisioneros
de las horas,
dentro
de un hostil entorno:
máquinas
expendedoras,
ordenadores
y tornos;
la
pesadilla sonora,
cantinela
sin retorno,
que
anuncia con voz monótona
salidas
de un tren tras otro.
La
escena desoladora
de
quien no encuentra acomodo
porque
el mundo le desborda
y ha
vivido de otro modo...
se
vuelve esperanzadora
cuando
aparece de pronto
un
ángel, como persona,
en un
mundo artificioso:
habla
con su salvadora,
con la
que se entiende al poco
y así
termina la historia,
que
hablando se aclara todo.
José García Velázquez
Estación de Atocha (Madrid)
20 de febrero de 2.014
No hay comentarios:
Publicar un comentario