martes, 30 de noviembre de 2010

África: la primera epopeya del Siglo XXI (4)



Tras la aventura de atravesar el desierto y llegar hasta la costa africana, viene la peligrosa travesía por mar hasta las costas españolas...

II)EL MAR: LIBERACIÓN O MUERTE

Cuando al fin te llegue el turno del viaje
para cruzar un mar embravecido,
te enfrentarás a la hostil naturaleza
sin agua ni alimentos suficientes,
sin apenas recursos que te ayuden,
navegando sin mapas ni timón,
a merced del viento y de las olas.

¡Qué dramáticas imágenes de barcas,
repletas de cadáveres de jóvenes,
que han visto sus vidas truncadas
mientras iban en busca de sus sueños,
muertos de sol, de hambre y de sed
en condiciones de vida infrahumanas!

El mar es testigo silencioso
de miles de personas que naufragan,
intentando enfrentarse en cascarones
a la tormenta que encrespa las aguas
y provoca olas gigantescas;
también de muchos que sin rumbo
pasaron días y semanas perdidos,
mientras el cayuco se convertía en tumba
donde ir amontonando a los más débiles.
Sólo él conoce el número ingente
de seres humanos que se ahogaron:
algunos los escupe hacia las playas
y otros quedarán siempre en su fondo.

¿Será inútil tanto esfuerzo,
tantas vidas rotas en su juventud,
que habrán muerto pensando
en sus seres más queridos?
¿Habrá escuchado el Cielo las plegarias
de quienes tienen fe en Dios,
acogiendo las almas que arriesgaron
su vida para lograr ayuda
para los que dejaron atrás sufriendo?

Quizá subió hasta el Cielo tu oración,
-como la del salmista “Sálvame, ¡oh Dios!,
porque las aguas han penetrado hasta mi alma.
No me anegue esta tempestad,
ni me trague el abismo del mar”-
y formes parte de los privilegiados
que pudieron llegar a tierra firme
o ser rescatados por barcos de salvamento.

Pero fueron demasiados los que quedaron
para siempre sepultados en esa aguas,
hasta aquel día que cuenta el Apocalipsis,
en que el mar devolverá todos los muertos
y “ haya un cielo nuevo y una tierra nueva,
porque el primer cielo y la primera tierra
desaparecieron y ya no hay mar”…

José García Velázquez

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